Eltiempo.com
Muchos colombianos quedamos en vilo cuando leímos en la prensa que la estruendosa desmovilización del contingente de las Farc llamado 'Cacica Gaitana', hace hoy cinco años, había sido una farsa. Uniformes nuevos, armas de utilería teatral, un comandante de boina roja y cola de caballo al frente de hombres sacados nadie sabe de dónde y presentados como guerrilleros: tal es el cuadro que nos ha sido pintado. La denuncia, hecha por un ex guerrillero llamado José Alfredo Pacheco y por otro recluso, busca poner en la mira de la Fiscalía al entonces comisionado de paz, Luis Carlos Restrepo, a un general y a un coronel. Y, de pronto, al propio Uribe.
¿Será cierto? Como existe hoy en el país un rentable comercio de testigos, tengo una desconfianza visceral por los que aparecen años después del suceso que denuncian. Así que resolví hacer mi propia indagación.
Hablé, en primer término, con mi amiga holandesa Liduine Zumpolle, una mujer incuestionable, apostólica, consagrada al frente de Manos por la Paz Internacional a facilitar la integración de los desmovilizados. Liduine me recordó que Olivo Saldaña, a quien protegió durante años antes de verlo como autor de oscuros manejos, ha sido acusado ante la Fiscalía de haber recibido dinero de un narco para infiltrar cómplices suyos dentro de la desmovilización de la 'Cacica Gaitana'. Todo esto -dice Liduine- a espaldas de Felipe Salazar (el Biófilo de la boina roja y la cola de caballo que comandaba el grupo), a quien aprecia y tiene por hombre valeroso y honrado.
Yo también, la verdad sea dicha. Felipe, un joven culto e inteligente a quien conozco desde cuando se desmovilizó, ha revelado en escritos y conferencias en universidades y centros militares, con peligro de su vida, la estrategia clandestina de las Farc. En el 2002, siendo un brillante dirigente de la Juventud Comunista, fue llamado por Alfonso Cano, entonces radicado en el Caguán, para que formara parte del recién fundado PC3 (Partido Comunista Colombiano Clandestino). Como tal, trabajó en Bogotá en células que hábilmente infiltraban universidades, medios de comunicación o el Poder Judicial. Felipe cumplía las instrucciones de Cano de no revelar nunca su identidad ideológica y de mantener su perfil de estudiante (de ahí su cola de caballo). A los cuatro años de esa labor, Cano lo llevó al monte para que, como comandante político, junto con un médico y una periodista, manejara una emisora de las Farc, sus comunicaciones con ONG europeas, y dictara cursos de adoctrinamiento a los guerrilleros. La aversión que le cobró Jerónimo, un comandante de las Farc empeñado en provocar su muerte enviándolo a zonas de alto riesgo, fue la causa de su deserción.
Felipe me contó cómo, al frente de 52 compañeros, eludiendo la amenaza de las Farc, se había desplazado desde el cañón de Las Hermosas buscando garantías para su entrega. Luego de recibir a petición suya la visita del coronel Castellanos y de dos enfermeras, y de hablar por teléfono con el Comisionado de Paz, decidió entrar a La Tebaida. "La mía y la de mis 52 compañeros fue una limpia desmovilización -me dijo-. No hubo farsa alguna. Las armas eran reales. Nada supimos de la avioneta. Gracias a una casa que dos días antes nos brindó el ejército, pudimos lavar nuestros uniformes. Ahora bien, puedo responder por mis compañeros y no por los 10 hombres -supuestas Milicias Bolivarianas- que aquel día hizo llegar Olivo Saldaña con su hermana."
Todo esto se lo contó Felipe, durante seis horas, a una redactora de Semana. Pero el editor de la revista no tomó en cuenta lo referido por él. Prevaleció la primicia mediática, el vistoso show del falso contingente guerrillero. No hay duda: la desinformación disfrazada de información es otro problema nacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario