viernes, 4 de marzo de 2011

¿Cuánta mayor presión necesita?

Elmundo.com

Cada día aumentan las voces que reclaman a la administración Obama que se decida a presentar al Congreso el proyecto de ratificación del TLC con Colombia, y aunque tales presiones provienen de sus propios partidarios y no sólo de la oposición, la respuesta hasta ahora ha sido evasiva y hasta irrespetuosa con nuestro país.

Miremos en retrospectiva lo que ha pasado, sobre todo desde mediados de febrero, cuando nuestro embajador en Washington, Gabriel Silva, dijo que Colombia comenzaba a perder la paciencia y sugirió que si no había una voluntad política de llevarlo al Congreso para su ratificación este mismo año, lo más probable sería que desistiéramos del tratado y buscáramos otras alternativas. Aun cuando aquí hubo dardos contra el embajador y algunos calificaron sus palabras como imprudentes y contrarias a la posición oficial del gobierno Santos, su efecto fue inmediato sobre la opinión ilustrada norteamericana.

A los pocos días de aquel pronunciamiento, una delegación de empresarios visitó el país y paralelamente lo hizo una comisión del Departamento de Comercio, dizque para “clarificar la situación de Colombia”, según dijo el subsecretario adjunto del Departamento de Estado, Matthew M. Rooney. Los comisionados se reunieron con sindicalistas, ONG y miembros del gobierno. Parecía extraño que burócratas expertos en comercio vinieran aquí a examinarnos en materia de “violencia sindical y normas laborales”, pero el propio señor Rooney se encargó de aclarar que “se trata de un proceso político (la ratificación del TLC) y se resolverá dependiendo de lo que descubra (¿?) esta misión en Bogotá y su análisis de la situación”. Es claro el ánimo dilatorio de la administración Obama, y también su injerencia en asuntos internos de Colombia, pues aquí, para aprobar y ratificar el tratado no exigimos cuentas acerca de lo que allí se hace en materia sindical o laboral.

El 18 de febrero, el senador republicano Dick Lugar divulgó un comunicado en el que dijo haber sostenido una conversación con el presidente Santos: “Le expresé mi frustración sobre la incapacidad de la Administración de delinear una vía clara para la ratificación de este acuerdo”; advirtió que “si este acuerdo va a ser ratificado, tendrá que ser este año, o de lo contrario no se hará en un futuro previsible” y acusó a Obama de estar “arrastrando los pies (sobre este asunto) y eso le está costando empleos a Indiana y a Estados Unidos”.

El 21 de febrero fue The Economist el que enfiló sus críticas contra la Casa Blanca. Coincidiendo con lo que aquí advertimos en el editorial del 17 del mismo mes (“No es el fin del mundo”), en un tono coloquial pero incisivo el influyente diario escribe que Colombia podría poner sus ojos en China como primer socio comercial y dejar a EEUU ‘viendo un chispero’”. Habla de “los malos detalles con la nación más pro-estadounidense de Sudamérica” y concluye que “a Colombia se le debe estar colmando la paciencia con ese socio tan ‘falseto’”. El senador Max Baucus, demócrata, presidente del Comité de Finanzas del Senado, estuvo en Colombia el 25 de febrero, y reconoció que la administración Obama “ha demorado mucho la aprobación del TLC y pierde la oportunidad de aumentar lo que ya tiene en Colombia y, además, está perdiendo mercado y liderazgo en la región”.

Por último, ayer se conoció una carta al presidente Obama, suscrita por 18 altos ex funcionarios de las administraciones Ford, Carter, Reagan, Bush, Clinton y George W. Bush, en la que le dicen redondamente que la no ratificación de los TLC con Colombia y Panamá, “dos aliados fuertes y confiables, conducirá a una disminución aún mayor de nuestro porcentaje del mercado en América Latina y más pérdida de empleo en EEUU” y, además, señalan que no hacerlo “pone en riesgo no sólo las relaciones con estos dos países sino con todo el hemisferio”.

Que toda esa inmensa presión haya resultado hasta ahora ineficaz, no hace sino confirmar la mala voluntad hacia Colombia de parte del señor Obama y es una realidad con la que nos vamos a tener que conformar por el resto del período y habrá que cruzar los dedos para que no lo reelijan. Pero en política se buscan resultados y si finalmente se aprueba el TLC, bienvenido sea. Si no, habrá otros interesados en ocupar esos espacios comerciales, no necesariamente en condiciones iguales a las negociadas con EEUU sino, de pronto, hasta mejores.

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