martes, 1 de marzo de 2011

El silogismo de Pérez Esquivel

Raúl Lombana Hernández

A propósito, antes de seguir con la reflexión, la impresión que deja el premio nobel de paz luego de analizar a los premiados es que parece ser un galardón que rifan en un bazar, debido a que siempre se lo otorgan a personajes “exóticos”. Aún más, por entregárselo a cualquiera lo han convertido en el premio “cenicienta”. Peor aún, lo han convertido en bagatela. La entrega de estos galardones produce extrañeza en casi todos los casos, debido a que las acciones en las que han participado los homenajeados y que han motivado el premio en su mayoría son fútiles. Es decir, este premio no parece ser fruto de logros tangibles y verdaderos sino que parece ser un premio de consolación entregado para llenar requisitos. Para estallar en risotadas, inclusive, hasta en un tiempo sonó Teodora de Bolívar como candidata a ganárselo: ¡Tremendo Disparate! 


Ahora bien, desde hace un tiempo para acá, el nombre del premio Nobel de Paz, Adolfo Pérez Esquivel, ha venido cobrando un protagonismo inusitado en nuestro país. Su imagen caricaturesca ha venido tomando una relevancia en los medios de comunicación colombianos. Esta reiterada presencia del susodicho se ha venido llevando a cabo por el ataque sistemático que ha venido realizando en contra del ex presidente Uribe. 


Al caricaturesco personaje, la izquierda retrógrada latinoamericana lo ha venido usando como caballito de batalla para enfrentárselo a quien en el pasado desenmascaró la ineptitud de los gobernantes de izquierda de la región y que fue el artífice de la debacle de la organización narcoterrorista de las FARC. Es decir, ante la incapacidad de los gobernantes afines ideológicos al grupo terrorista de ser contradictores de talla del ex presidente Uribe, ahora han querido recurrir a una figura que lo arropa un premio nobel de paz. Precisamente, del que se había dicho anteriormente que era un premio de bagatela. Para el pueblo colombiano este es un premio chatarra. 


El nobel de paz, Pérez Esquivel, está incurso en un silogismo perverso. Su participación activa en el grupo subvencionado por las FARC con dineros fruto de secuestros y del negocio del narcotráfico y cuyo propósito es el de torpedear los logros del ex presidente Uribe, principalmente por el desmoronamiento de esta estructura criminal, conducen a plantear el siguiente razonamiento deductivo: 


Primera premisa: Teodora de Bolívar es miembro de las FARC.

Segunda premisa: Pérez Esquivel es amigo de Teodora de Bolívar.

Conclusión: ¿Pérez Esquivel es miembro de las FARC? 


Lo peor que le ocurrió a la izquierda latinoamericana fue la permanencia de Álvaro Uribe Vélez en el poder. Durante los ocho años que éste ejerció como presidente de Colombia, fueron muchos los eventos que desnudaron la mediocridad de los gobernantes amigos de las FARC. Organización ésta que parece haberse convertido en su brazo armado. Basta con echar un vistazo al pasado y hacer un listado de estos mandatarios para entender el cambio de estrategia. Los enfrentamientos ideológicos que se dieron en la OEA y UNASUR, principalmente, ratificaron cuan bajo han caído los gobiernos de esta parte del hemisferio. El ex presidente Uribe se les convirtió en un escollo insuperable, de ahí que ahora pretendan minar su credibilidad utilizando a un Nobel. 


Pues bien, en esta nueva estrategia la credibilidad del Nobel ha quedado en entredicho. Aún más, su pertenencia ideológica a un modelo revaluado hasta en la tierra que lo parió desdice mucho de alguien que alguna vez fue laureado con el premio chatarra. Peor aún, su connivencia, que parece ser subvencionada con dineros del narcotráfico, con las FARC y sus amigos para atacar sistemáticamente al ex presidente Urbe y en la cual se apela a la mentira raya en lo grotesco. 


Ver a un Nobel de paz haciéndole el trabajo sucio a las FARC, motiva a que las directivas del Nobel hagan un pronunciamiento al respecto. 


No se puede usar el Premio Nobel de Paz como una patente de corso para legalizar las acciones terroristas de las FARC. 


No se puede usar el Premio Nobel de Paz como un instrumento de guerra política e ideológica por parte de una organización criminal. 


El laureado en el año 1980 lastima de mala manera la imagen del Comité Nobel del Parlamento Noruego, quien es la que decide la entrega del premio. Esta organización debe hacer un acto de contrición, así como lo hizo Alfred Nobel inventor de la dinamita invento éste por el cual se abochornó debido a su uso en la guerra, y por lo menos hacer un pronunciamiento público sobre el particular. 


Las actuaciones del Nobel lastiman a los millones de colombianos víctimas de esta organización criminal que ha enlutado a los hogares colombianos. 


No se entiende de otra manera su deseo perverso de ubicarse del lado de los instigadores del odio. De los que se han alimentado del dolor del pueblo colombiano. 


No se entiende de otra manera su deseo mezquino de lucrarse de actividades que pretenden deslegitimar a un ex presidente que es apreciado y recordado su legado por la inmensa mayoría del pueblo colombiano. 


No se entiende de otra manera su deseo ruin de usar el Nobel como una chapa para santiguar la caterva de oprobios que pretenden tergiversar el legado del ex presidente Uribe. 


Así que el Nobel de Paz ratifica que este galardón no se entrega de manera acuciosa. Parece ser que este se entrega por el resultado de una rifa. Parece ser que éste se entrega como premio a una caricatura denominada paz.

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