Apreciada amiga:
Agradezco mucho la confianza que me brindas al pedir mi opinión acerca del encuentro conservador que hubo en Villa de Leyva en esta semana. Ante todo, quiero manifestarte que yo no milito en partido alguno ni ejerzo actividades en materia de política distintas de observarla desde mi mirador privado y compartir puntos de vista con mis amigos. Solo de manera muy ocasional hago pronunciamientos públicos, cuando en algún medio se acuerdan de que existo y piensan que tengo algo para decir.
Debo aclarar, además, que no soy imparcial, pues en general sigo de lejos, sin contacto directo ni indirecto con él, al ex presidente Uribe Vélez, con quien he superado las diferencias que en algún momento manifesté en torno suyo.
Aclaro también que no quise votar por Juan Manuel Santos.
Las razones para no hacerlo quedaron consignadas en varios escritos que publiqué antes de las elecciones en mi blog http://jesusvallejo.blogspot.com/
Unas de esas razones tienen que ver precisamente con el trato desleal que les aplicó a tus copartidarios para desconocer su candidatura legítima y suscitar su división. Puedes leer lo que al respecto escribí en un artículo que lleva por título "El Suicidio Conservador".
He escrito también acerca de lo que considero un muy equivocado manejo de la coalición gubernamental, pues pienso que Santos no sentó unas bases nítidas para integrarla ni ha sido leal con sus socios.
El nombramiento de Germán Vargas Lleras como ministro del Interior no fue afortunado, pues él tiene claras aspiraciones presidenciales y es entonces un competidor político que goza de una posición privilegiada respecto de los demás integrantes de la coalición. Es dirigente de un partido minoritario y la lógica enseña que de seguro utilizará su elevada posición para promover su crecimiento,desde luego que a expensas de los demás.
Lo que se ve, efectivamente, es un intento de realinderación de fuerzas políticas aupado desde las altas instancias gubernamentales, con miras a liquidar el uribismo, tanto dentro del Partido de la U como en el Conservador.
Escribí en uno de mis artículos que los únicos enemigos de Uribe que no hacen parte de los nuevos mejores amigos de Santos son los guerrilleros, pues eso ya sería el colmo.
La Gran Prensa habla maravillas del gabinete de Santos, pero varios de sus integrantes son enemigos declarados del ilustre ex presidente, que merece figurar en la lista de los libertadores de Colombia.
Vargas Lleras es uno de los artífices del fracaso de su reelección. Las diferencias de la Canciller y el ministro de Hacienda con Uribe son notorias. Y haber llevado a Juan Camilo Restrepo al despacho de Agricultura, cuando fue uno de los más obstinados críticos de la política agropecuaria del gobierno de Uribe, no deja de ser algo bastante significativo, máxime si se considera que él se ha engolosinado con el peligroso juego del espejo retrovisor con el ánimo de demeritarlo.
La opinión desprevenida de la gente de la calle no encuentra de buen recibo estas nítidas manifestaciones de deslealtad con una adminstración de la que hizo parte Santos y que, además, le dio la oportunidad de ganar los puntos necesarios para satisfacer sus aspiraciones presidenciales. La imagen de Judas no es propiamente la más venerada en las clases populares.
Con esas actitudes, Santos irá perdiendo paulatinamente lo que en últimas es el soporte del poder jurídico y político: la autoridad moral.
Nadie discute que cada gobernante llega al poder con sus propias ideas, su propia gente y su propio estilo. Pero Santos le hizo creer al electorado que él era el más fiel intérprete y el más firme seguidor de las politicas de Uribe. Ya hay muchos que observan con desilusión que no gobierna como prometió, sino como lo estaría haciendo cualquiera de sus competidores que hubiese ganado las elecciones.
Me parece que poco contribuye a la estabilidad institucional del país que un gobierno recién elegido cambie de la noche a la mañana, sin que medie un debate profundo, la orientación que le ofreció al electorado para obtener el favor de sus votos.
El asunto no es, como lo ha dicho, de diferencias en las formas y continuidad en el fondo con las políticas del gobierno anterior.
Al ex presidente Uribe lo apoyó el pueblo por su claridad, su entereza, su persistencia en realizar sus propósitos, su constante comunicación con las comunidades para discutir con ellas los problemas colectivos y buscarles soluciones, su obsesión por proteger a Colombia de sus enemigos internos y externos.
Los logros de la seguridad democrática fueron resultado conjunto del liderazgo presidencial, la mística de las Fuerzas Armadas y el apoyo popular, amén de la alianza estratégica con los Estados Unidos.Todos esos soportes se han debilitado paulatinamente a lo largo de estos seis últimos meses. Y, por supuesto, el debilitamiento de esta política trae consigo ineludiblemente la recuperación de las bandas criminales de todos los pelambres.
Pienso, con toda franqueza, que el cambio de estilo no favorece los intereses del país, porque, como lo he expuesto en comunicaciones privadas, hemos pasado de un gobierno dirigido por un personaje serio, quizás en demasía para algunos, a otro cuyas riendas están en manos de uno que tiende hacia la frivolidad. Y lo que es peor, de la mano dura, el gesto autoritario y el talante firme, que desde luego no suscitan simpatía en ciertos círculos, nos estamos deslizando hacia la claudicación como fórmula mágica de la gran diplomacia para resolver aparentemente los problemas en el corto plazo.
Pruebas al canto.
El país no ha hecho el debate que amerita el cambio introducido en las relaciones con el régimen de Chávez. Es un gobierno enemigo y no de cualquier naturaleza, pues, violando toda normatividad internacional, ha intervenido descaradamente en el conflicto guerrillero, hasta el punto de haber afirmado solemnemente que las Farc y el Eln son ejércitos populares que tienen propósitos comunes con los de la revolución venezolana. Es más, antes de finalizar el segundo cuatrienio de Uribe, éste instruyó a sus representantes ante la ONU y la OEA para que denunciaran la presencia de guerrilleros colombianos en Venezuela y la protección que el gobierno de Chávez les ha brindado. La flamante nueva diplomacia echó al cesto de la basura esas delicadas quejas colombianas y ha pactado con Chávez como si nada de eso hubiera ocurrido.
De hecho, el régimen venezolano ha triunfado en toda la línea en uno de sus propósitos respecto de Colombia. Al no lograr avasallarla, como pretendía, por lo menos consiguió neutralizarla.
El acercamiento a la región, que no es de hermanos, sino de enemigos solapados de nuestras orientaciones democráticas y liberales, ha deteriorado de modo inequívoco la relación con los Estados Unidos. Eso se ve con claridad en lo tocante con el TLC e incluso en algo más inmediato, dado que no es por azar que hoy estamos sin preferencias arancelarias.
El asunto con Venezuela no es tan simple como decir que evitamos una guerra y vamos hacia unas relaciones normales. Ya veremos cómo evoluciona.
Pocos episodios tan bochornosos hemos conocido como el de la elección de Fiscal General de la Nación.
Ahí también se lava las manos Santos diciendo que cortó el nudo gordiano de tan delicada situación. Pero es un corte que debería de avergonzarlo.
Ya veremos también lo que significa haberle entregado al samperismo la Fiscalía, cuando está de por medio el esclarecimiento de la muerte de Álvaro Gómez Hurtado, y una oficina llamada a jugar un importante papel en los tiempos venideros, la de justicia transicional en el ministerio del Interior.
Siempre tuve especial consideración respecto de Juan Camilo Restrepo, hasta el punto de que en algún momento llegué a compararlo con Ospina Pérez. No obstante, me ha sorprendido su pugnacidad como ministro de Agricultura de Santos.
He dicho que nadie discute que hay causas justas para legislar en favor de los desplazados, promover que quienes hayan sido despojados de sus predios vuelvan a ocuparlos y resarcir en la medida de lo posible a las víctimas de la violencia.
Pero el modo como se anuncian estas iniciativas gubernamentales me hace pensar que estamos promoviendo nuevos factores de desestabilización, no sólo del aparato fiscal, sino de la estructura de la tenencia de la tierra, con las consiguientes secuelas de violencia y desbarajuste del sistema productivo.
Escuché detenidamente en esta semana por la emisora W un informe sobre el caso del predio Las Pavas, ubicado en el sur de Bolívar, que enciende todas las alarmas sobre tan delicado asunto. Ya veremos como funcionan las autoridades de polícía, las encargadas de la política agraria, los jueces, las organizaciones de víctimas, los propietarios privados y, sobre todo, los agentes del desorden, en la aplicación de las normas que está ahora discutiendo el Congreso.
No olvidemos que la justicia es inseparable de la prudencia, y que de pronto estamos, con las mejores intenciones, poniendo en marcha unos dispositivos que después no podremos controlar. Ya veo venir las tomas de tierras incitadas por la guerrilla y el recrudecimiento de las bandas promovidas por propietarios que se van a sentir injustamente despojados y privados de la protección de las autoridades.
El manejo del paro camionero evidencia el desorden que hay en el interior de esta administración y su tendencia a plegarse ante los que la intimiden con la fuerza.
En alguno de mis escritos dije que Santos corre el peligro de sufrir la calificación que hizo Churchill de alguno de los primeros ministros claudicantes de antes de la Segunda Guerra Mundial: un prodigio de blandura. Un amigo mío ya lo llama "Gelatino".
El episodio de las últimas liberaciones de secuestrados por las Farc suscita también no pocas inquietudes. A muchos nos ha quedado la impresión de que Santos no ha explicado suficientemente los pormenores del caso y elude sus responsabilidades admitiendo que, si bien las Farc pudieron haber movido a Cano, él sabe dónde se encuentra y dizque tiene al ejército resoplándole en la nuca. Son palabras vanas que le hacen perder credibilidad.
Es posible, como dices, que su discurso ante el encuentro conservador haya sido elocuente. Pero más importantes que las declaraciones sobre buenas intenciones, son los resultados de las políticas. Res, non verba.
A ustedes les dijo que podrían contarlo entre sus huestes, pero lo mismo les dice a los izquierdistas. Es difícil no advertir su tendencia a la garrulería.
Que el Partido Conservador esté dividido entre santistas y uribistas, es resultado de la miopía de sus dirigentes, a quienes Santos les perdió el respeto cuando a través del hoy ministro Rodado promovió otra división en vísperas de las elecciones del año pasado, con miras a frustrar la aspiración de Noemí Sanín.
Hoy sabe que puede dividir a los conservadores, así como a los de la U, para consolidar una situación de desventaja para el ex presidente Uribe y sus seguidores.
En un artículo muy inteligente que publicó hoy El Colombiano, Enoris Restrepo de Martínez denuncia los juegos de prestidigitación política de Santos. Te recomiendo que lo leas con cuidado. Entonces, quizás logres una aproximación cabal a la crisis conservadora que te preocupa con toda razón.
Al ex presidente Uribe le reproché en uno de los primeros artículos de mi blog los errores que condujeron a que sus huestes se desorientaran y terminaran en manos de un personaje como Santos. Creo que también a éste podrá acusárselo en un tiempo no lejano de despilfarrar por sus jugarretas uno de los capitales políticos más abultados de que se tenga noticia en la historia de Colombia.
Soy consciente de que sería preferible que el ex presidente estuviera alejado, al menos por lo pronto, del ajetreo político. Pero las ínfulas que al amparo de la presente administración se están dando sus enemigos lo estimulan, con todo derecho, a defenderse a sí mismo , sus colaboradores y sus políticas.
Uno de los datos que es necesario considerar para entender lo que pasa hoy en la política colombiana es el odio, acompañado de revanchismo y triunfalismo, contra Uribe, que se despliega a ciencia y paciencia de Santos y su equipo de gobierno. Vuelvo, por ejemplo, al caso de Vargas Lleras, que se regodeó humillando a Uribe con el manejo de la crisis con la Corte Suprema de Justicia.
No sé si estas apreciaciones respondan adecuadamente a tus inquietudes, pero si lo que querías era conocer mi pensamiento sobre la situación actual del país y de tu partido en particular, ahí te las dejo sometidas a tu ilustrada consideración.
De nuevo, mil gracias por tu amistad y tu confianza
Cordialmente.
Jesús Vallejo Mejía
Agradezco mucho la confianza que me brindas al pedir mi opinión acerca del encuentro conservador que hubo en Villa de Leyva en esta semana. Ante todo, quiero manifestarte que yo no milito en partido alguno ni ejerzo actividades en materia de política distintas de observarla desde mi mirador privado y compartir puntos de vista con mis amigos. Solo de manera muy ocasional hago pronunciamientos públicos, cuando en algún medio se acuerdan de que existo y piensan que tengo algo para decir.
Debo aclarar, además, que no soy imparcial, pues en general sigo de lejos, sin contacto directo ni indirecto con él, al ex presidente Uribe Vélez, con quien he superado las diferencias que en algún momento manifesté en torno suyo.
Aclaro también que no quise votar por Juan Manuel Santos.
Las razones para no hacerlo quedaron consignadas en varios escritos que publiqué antes de las elecciones en mi blog http://jesusvallejo.blogspot.com/
Unas de esas razones tienen que ver precisamente con el trato desleal que les aplicó a tus copartidarios para desconocer su candidatura legítima y suscitar su división. Puedes leer lo que al respecto escribí en un artículo que lleva por título "El Suicidio Conservador".
He escrito también acerca de lo que considero un muy equivocado manejo de la coalición gubernamental, pues pienso que Santos no sentó unas bases nítidas para integrarla ni ha sido leal con sus socios.
El nombramiento de Germán Vargas Lleras como ministro del Interior no fue afortunado, pues él tiene claras aspiraciones presidenciales y es entonces un competidor político que goza de una posición privilegiada respecto de los demás integrantes de la coalición. Es dirigente de un partido minoritario y la lógica enseña que de seguro utilizará su elevada posición para promover su crecimiento,desde luego que a expensas de los demás.
Lo que se ve, efectivamente, es un intento de realinderación de fuerzas políticas aupado desde las altas instancias gubernamentales, con miras a liquidar el uribismo, tanto dentro del Partido de la U como en el Conservador.
Escribí en uno de mis artículos que los únicos enemigos de Uribe que no hacen parte de los nuevos mejores amigos de Santos son los guerrilleros, pues eso ya sería el colmo.
La Gran Prensa habla maravillas del gabinete de Santos, pero varios de sus integrantes son enemigos declarados del ilustre ex presidente, que merece figurar en la lista de los libertadores de Colombia.
Vargas Lleras es uno de los artífices del fracaso de su reelección. Las diferencias de la Canciller y el ministro de Hacienda con Uribe son notorias. Y haber llevado a Juan Camilo Restrepo al despacho de Agricultura, cuando fue uno de los más obstinados críticos de la política agropecuaria del gobierno de Uribe, no deja de ser algo bastante significativo, máxime si se considera que él se ha engolosinado con el peligroso juego del espejo retrovisor con el ánimo de demeritarlo.
La opinión desprevenida de la gente de la calle no encuentra de buen recibo estas nítidas manifestaciones de deslealtad con una adminstración de la que hizo parte Santos y que, además, le dio la oportunidad de ganar los puntos necesarios para satisfacer sus aspiraciones presidenciales. La imagen de Judas no es propiamente la más venerada en las clases populares.
Con esas actitudes, Santos irá perdiendo paulatinamente lo que en últimas es el soporte del poder jurídico y político: la autoridad moral.
Nadie discute que cada gobernante llega al poder con sus propias ideas, su propia gente y su propio estilo. Pero Santos le hizo creer al electorado que él era el más fiel intérprete y el más firme seguidor de las politicas de Uribe. Ya hay muchos que observan con desilusión que no gobierna como prometió, sino como lo estaría haciendo cualquiera de sus competidores que hubiese ganado las elecciones.
Me parece que poco contribuye a la estabilidad institucional del país que un gobierno recién elegido cambie de la noche a la mañana, sin que medie un debate profundo, la orientación que le ofreció al electorado para obtener el favor de sus votos.
El asunto no es, como lo ha dicho, de diferencias en las formas y continuidad en el fondo con las políticas del gobierno anterior.
Al ex presidente Uribe lo apoyó el pueblo por su claridad, su entereza, su persistencia en realizar sus propósitos, su constante comunicación con las comunidades para discutir con ellas los problemas colectivos y buscarles soluciones, su obsesión por proteger a Colombia de sus enemigos internos y externos.
Los logros de la seguridad democrática fueron resultado conjunto del liderazgo presidencial, la mística de las Fuerzas Armadas y el apoyo popular, amén de la alianza estratégica con los Estados Unidos.Todos esos soportes se han debilitado paulatinamente a lo largo de estos seis últimos meses. Y, por supuesto, el debilitamiento de esta política trae consigo ineludiblemente la recuperación de las bandas criminales de todos los pelambres.
Pienso, con toda franqueza, que el cambio de estilo no favorece los intereses del país, porque, como lo he expuesto en comunicaciones privadas, hemos pasado de un gobierno dirigido por un personaje serio, quizás en demasía para algunos, a otro cuyas riendas están en manos de uno que tiende hacia la frivolidad. Y lo que es peor, de la mano dura, el gesto autoritario y el talante firme, que desde luego no suscitan simpatía en ciertos círculos, nos estamos deslizando hacia la claudicación como fórmula mágica de la gran diplomacia para resolver aparentemente los problemas en el corto plazo.
Pruebas al canto.
El país no ha hecho el debate que amerita el cambio introducido en las relaciones con el régimen de Chávez. Es un gobierno enemigo y no de cualquier naturaleza, pues, violando toda normatividad internacional, ha intervenido descaradamente en el conflicto guerrillero, hasta el punto de haber afirmado solemnemente que las Farc y el Eln son ejércitos populares que tienen propósitos comunes con los de la revolución venezolana. Es más, antes de finalizar el segundo cuatrienio de Uribe, éste instruyó a sus representantes ante la ONU y la OEA para que denunciaran la presencia de guerrilleros colombianos en Venezuela y la protección que el gobierno de Chávez les ha brindado. La flamante nueva diplomacia echó al cesto de la basura esas delicadas quejas colombianas y ha pactado con Chávez como si nada de eso hubiera ocurrido.
De hecho, el régimen venezolano ha triunfado en toda la línea en uno de sus propósitos respecto de Colombia. Al no lograr avasallarla, como pretendía, por lo menos consiguió neutralizarla.
El acercamiento a la región, que no es de hermanos, sino de enemigos solapados de nuestras orientaciones democráticas y liberales, ha deteriorado de modo inequívoco la relación con los Estados Unidos. Eso se ve con claridad en lo tocante con el TLC e incluso en algo más inmediato, dado que no es por azar que hoy estamos sin preferencias arancelarias.
El asunto con Venezuela no es tan simple como decir que evitamos una guerra y vamos hacia unas relaciones normales. Ya veremos cómo evoluciona.
Pocos episodios tan bochornosos hemos conocido como el de la elección de Fiscal General de la Nación.
Ahí también se lava las manos Santos diciendo que cortó el nudo gordiano de tan delicada situación. Pero es un corte que debería de avergonzarlo.
Ya veremos también lo que significa haberle entregado al samperismo la Fiscalía, cuando está de por medio el esclarecimiento de la muerte de Álvaro Gómez Hurtado, y una oficina llamada a jugar un importante papel en los tiempos venideros, la de justicia transicional en el ministerio del Interior.
Siempre tuve especial consideración respecto de Juan Camilo Restrepo, hasta el punto de que en algún momento llegué a compararlo con Ospina Pérez. No obstante, me ha sorprendido su pugnacidad como ministro de Agricultura de Santos.
He dicho que nadie discute que hay causas justas para legislar en favor de los desplazados, promover que quienes hayan sido despojados de sus predios vuelvan a ocuparlos y resarcir en la medida de lo posible a las víctimas de la violencia.
Pero el modo como se anuncian estas iniciativas gubernamentales me hace pensar que estamos promoviendo nuevos factores de desestabilización, no sólo del aparato fiscal, sino de la estructura de la tenencia de la tierra, con las consiguientes secuelas de violencia y desbarajuste del sistema productivo.
Escuché detenidamente en esta semana por la emisora W un informe sobre el caso del predio Las Pavas, ubicado en el sur de Bolívar, que enciende todas las alarmas sobre tan delicado asunto. Ya veremos como funcionan las autoridades de polícía, las encargadas de la política agraria, los jueces, las organizaciones de víctimas, los propietarios privados y, sobre todo, los agentes del desorden, en la aplicación de las normas que está ahora discutiendo el Congreso.
No olvidemos que la justicia es inseparable de la prudencia, y que de pronto estamos, con las mejores intenciones, poniendo en marcha unos dispositivos que después no podremos controlar. Ya veo venir las tomas de tierras incitadas por la guerrilla y el recrudecimiento de las bandas promovidas por propietarios que se van a sentir injustamente despojados y privados de la protección de las autoridades.
El manejo del paro camionero evidencia el desorden que hay en el interior de esta administración y su tendencia a plegarse ante los que la intimiden con la fuerza.
En alguno de mis escritos dije que Santos corre el peligro de sufrir la calificación que hizo Churchill de alguno de los primeros ministros claudicantes de antes de la Segunda Guerra Mundial: un prodigio de blandura. Un amigo mío ya lo llama "Gelatino".
El episodio de las últimas liberaciones de secuestrados por las Farc suscita también no pocas inquietudes. A muchos nos ha quedado la impresión de que Santos no ha explicado suficientemente los pormenores del caso y elude sus responsabilidades admitiendo que, si bien las Farc pudieron haber movido a Cano, él sabe dónde se encuentra y dizque tiene al ejército resoplándole en la nuca. Son palabras vanas que le hacen perder credibilidad.
Es posible, como dices, que su discurso ante el encuentro conservador haya sido elocuente. Pero más importantes que las declaraciones sobre buenas intenciones, son los resultados de las políticas. Res, non verba.
A ustedes les dijo que podrían contarlo entre sus huestes, pero lo mismo les dice a los izquierdistas. Es difícil no advertir su tendencia a la garrulería.
Que el Partido Conservador esté dividido entre santistas y uribistas, es resultado de la miopía de sus dirigentes, a quienes Santos les perdió el respeto cuando a través del hoy ministro Rodado promovió otra división en vísperas de las elecciones del año pasado, con miras a frustrar la aspiración de Noemí Sanín.
Hoy sabe que puede dividir a los conservadores, así como a los de la U, para consolidar una situación de desventaja para el ex presidente Uribe y sus seguidores.
En un artículo muy inteligente que publicó hoy El Colombiano, Enoris Restrepo de Martínez denuncia los juegos de prestidigitación política de Santos. Te recomiendo que lo leas con cuidado. Entonces, quizás logres una aproximación cabal a la crisis conservadora que te preocupa con toda razón.
Al ex presidente Uribe le reproché en uno de los primeros artículos de mi blog los errores que condujeron a que sus huestes se desorientaran y terminaran en manos de un personaje como Santos. Creo que también a éste podrá acusárselo en un tiempo no lejano de despilfarrar por sus jugarretas uno de los capitales políticos más abultados de que se tenga noticia en la historia de Colombia.
Soy consciente de que sería preferible que el ex presidente estuviera alejado, al menos por lo pronto, del ajetreo político. Pero las ínfulas que al amparo de la presente administración se están dando sus enemigos lo estimulan, con todo derecho, a defenderse a sí mismo , sus colaboradores y sus políticas.
Uno de los datos que es necesario considerar para entender lo que pasa hoy en la política colombiana es el odio, acompañado de revanchismo y triunfalismo, contra Uribe, que se despliega a ciencia y paciencia de Santos y su equipo de gobierno. Vuelvo, por ejemplo, al caso de Vargas Lleras, que se regodeó humillando a Uribe con el manejo de la crisis con la Corte Suprema de Justicia.
No sé si estas apreciaciones respondan adecuadamente a tus inquietudes, pero si lo que querías era conocer mi pensamiento sobre la situación actual del país y de tu partido en particular, ahí te las dejo sometidas a tu ilustrada consideración.
De nuevo, mil gracias por tu amistad y tu confianza
Cordialmente.
Jesús Vallejo Mejía
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