miércoles, 23 de febrero de 2011

Amarga historia

Fernando Londoño Hoyos
Lapatria.com

En la liberación de los últimos secuestrados, hicieron las Farc cuanto les vino en gana. Lo más grave es que no sabemos cuánto hicieron. Porque ellas no suelen contar la parte íntima de sus marrullas y porque el Gobierno cuenta menos.

Las Farc se propusieron restablecer a su socia y amiga del alma, Piedad Córdoba, y lo hicieron. Su complicada imagen llenó todos los noticieros y sus reportajes se oyeron en todo el planeta. Una persona condenada disciplinariamente por incrustarse en ese grupo guerrillero, por servirle de mentora y guía, por compartir su causa, de pronto resucita como el personaje definitivo de la política colombiana. Primer asalto para las Farc.

Las Farc escogen a los que ha de liberar, seleccionándolos entre su más nuevo inventario y guardando en reserva el que políticamente le parece interesante. El Gobierno acepta sin reservas. Segundo asalto para las Farc.

Las Farc escogen los lugares de entrega. Porque ya no les basta con uno solo. Por secretos designios que conserva en la sombra, quiere que el Gobierno le despeje tres, estratégicamente los más sensibles. Villavicencio, Florencia e Ibagué componen un triángulo donde están comprendidos todos los sitios fundamentales para la guerrilla. El Gobierno acepta. Tercer asalto para las Farc.

El Gobierno exige austeridad publicitaria, para evitar que las liberaciones se conviertan en pretexto de aprovechamientos políticos. Quedan prohibidos los medios de comunicación en el operativo. Pero Piedad Córdoba invita a Telesur, la de Chávez, que acompaña la misión con pleno desenfado y saca al aire lo que de su viaje le interesa. El Gobierno se come en silencio esta nueva afrenta. Cuarto asalto para las Farc.

Hay una zona del país que las Farc quieren despejar, y que es una de las más sensibles para el equilibrio de las fuerzas y de las más golpeadas por la guerrilla. Quiere el Cauca. Para eso monta la farsa de las coordenadas equivocadas, que se convierte después en la supuesta chambonería de los pilotos brasileros, a los que acusan sin la menor vergüenza de no saber interpretar unas coordenadas. El Gobierno se molesta, patea, amenaza y acepta. Quinto asalto para las Farc.

El Gobierno exige, una y otra vez, la inmediata e incondicional liberación de todos los secuestrados. Nunca dice si todos quiere decir todos, lo que comprendería a los infelices colombianos que están en poder de esos bandidos con finalidades de extorsión, para alimentar la guerra. Las Farc se hacen como que no oyen y nadie critica su sordera ni su crueldad. Los países vecinos siguen en la línea de no declararlas organización terrorista. Chávez y Correa repiten lo de siempre, esto es, que son insurgentes que merecerían el premio de reconocimiento internacional. ¡Yesos son los amigos! Asalto final para las Farc.

Después de señalar estas victorias ostensibles de los narco terroristas farianos, solo queda despejar la última incógnita. La que probablemente quedará sin resolver por mucho tiempo. Se refiere, claro está, a lo que hizo Alfonso Cano, el jefe máximo que se encontraba en el despejado Cañón de las Hermosas. En sus primeras y repetidas intervenciones, el presidente Santos declaró probable su fuga del lugar donde el Ejército decía tenerlo acorralado. Bien se ve que después le cambiaron el guión para que dijera que esa fuga era imposible y que ni majaderos que fueran, para dejarlo escapar. Para más señas, dijo el doctor Santos que le respiran en la nuca y el pasado sábado lo dieron por muerto.

Pero no hay tal. Lo de la respirada en la nuca es un decir, y lo del muerto una ilusión. Cano sigue perdido, solo que ahora no se sabe dónde. Lo que nadie podrá suponer, es que las Farc prepararon lo que prepararon, consiguieron los despejes que consiguieron, armaron la patraña del sexto liberado y de las coordenadas mal leídas, para nada. Algo se traían entre manos. Tal vez algún día lo sepamos. Algún día en que ya no valga la pena saber si ahí radicó el último y principal asalto ganado por las Farc.

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