viernes, 29 de abril de 2011

¿Por qué el Coronel Plazas es inocente?

Jaime Granados
Elcolombiano.com

Existen muchas razones que impedían jurídicamente la imposición de sentencia condenatoria en contra del Coronel Alfonso Plazas Vega, tema que se ha ventilado en foros especializados. A estos motivos se agregan otros de orden probatorio, que demuestran la absoluta inocencia del Coronel en estos hechos. Sin embargo, esta es Colombia y, de manera increíble, fue condenado en junio de 2010 a 30 años. Se dirá que digo esto porque soy su defensor, pero ahí está el expediente para quien lo quiera examinar.

El Coronel Plazas no fue el comandante del operativo de la recuperación del Palacio, como se ha querido hacer creer. Él era uno de tantos subalternos, por debajo del general Jesús Armando Arias, designado para ejecutar la orden presidencial de recuperar el Palacio. Esto es ignorado flagrantemente en la sentencia condenatoria, que supone que el Ejército se comportaba como un comité.

No. En los cuerpos militares hay jerarquías, hay cadenas de mando, hay compartimentación de la información. Considerando que el M-19 estaba bien parapetado, la misión del Coronel Plazas como comandante de la Escuela de Caballería y encargado de los tanques, era el ingreso al Palacio, recuperación física del mismo y liberación de los rehenes. En esa tarea también participó la Escuela de Artillería al mando del Coronel Rafael Hernández y del Mayor Carlos Fracica, así como seis unidades tácticas más.

El Ejército tiene un cuerpo de inteligencia, del que no hacía parte Plazas. Era natural que a la inteligencia, no sólo del Ejército (B2, COICI al mando del General Iván Ramírez), sino además de policía (F2) y civil (DAS), le correspondiera averiguar lo relativo a ese asalto y a sus autores. Hay testimonios, que no comprometen al Coronel Plazas, sobre conductas irregulares de integrantes de estos cuerpos, que pudieron culminar con la desaparición de una sola persona, la guerrillera Irma Franco. Cuando el Coronel Plazas culmina su misión de derrotar a la banda asaltante y de rescatar a los rehenes, se retira de la escena, momento en el cual, en la casa del Florero, los organismos de inteligencia adelantaban su labor.

Se acreditó hasta la saciedad la mentira del dicho de los testigos de cargo en contra del Coronel Plazas, señores Ricardo Gámez, Tirso Sáenz y Édgar Villamizar. En la sentencia condenatoria sólo se pudo recurrir al último de los citados. Gámez, ni siquiera fue usado por la Fiscalía para sustentar sus distintas decisiones. El segundo, Sáenz, convicto de delitos graves, envía cartas al juzgado advirtiendo que en caso de no ser trasladado a Bogotá, tal y como le fue ofrecido, se retractaría de lo dicho en contra del Coronel. Naturalmente consiguió el inmediato traslado de Cómbita a La Picota. El tercero, Villamizar, rodeado de dudas sobre su verdadera existencia e identidad, personaje este que, en cualquier caso, nunca salió de Granada Meta, como para testificar lo que había pasado en Bogotá. Los mismos motivos por los cuales el juzgado desecha el testimonio de Sáenz, en sana lógica, tendrían que haber descartado el de Villamizar. Pero no.

Su testimonio es el que fundamenta la condena. No se olvide que un parlamentario del M-19 acusó a Plazas de ser su torturador, demostrándose que éste estaba fuera del país para la fecha en que el honorable parlamentario decía haber sido torturado. Esa es la laya y la ley de los testigos en contra del Coronel Plazas. A Sáenz, Villamizar y otros falsarios, se les tenía que haber investigado por falso testimonio, pero no se hizo.

Quedan aún los recursos de apelación interpuestos por defensa y por Procuraduría, pendientes de decisión, y una eventual casación, para corregir los graves errores de la sentencia de primera instancia y evitar una grave injusticia. El mejor homenaje que pueden hacer jueces y magistrados en Colombia a hombres como Reyes Echandía o Medina Moyano, es profiriendo sentencias no bajo el imperio de la pasión, el deseo de revancha, o por la presión de los medios de comunicación, sino iluminados por la razón, el derecho y, por sobre todo, la justicia.

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